Otra
novedad del submarino de Monturiol fue la propulsión mediante una máquina de
vapor en vez de con la fuerza humana.
Monturiol apostó por una reacción química, la del clorato potásico con
limaduras de zinc en presencia de dióxido de manganeso. En la reacción, se desprendía gran cantidad
de calor para hacer funcionar a la máquina de vapor.
La
instalación de la máquina de vapor reducía lógicamente las necesidades de
personal, pero en cualquier caso la tripulación debía gobernar un conjunto de
operaciones básicas de todo el sistema: la densidad de la nave para controlar
el proceso de inmersión-emersión; la pureza del aire interior; el
funcionamiento de la máquina de vapor así como la estabilidad y el equilibrio del
buque.
La
tercera novedad del Ictíneo II fue el sistema de respiración. Un ventilador aspiraba aire del interior de
la nave, y a través de una conducción lo transportaba al recipiente de
purificación donde recibía el nuevo oxígeno generado, y lo expulsaba nuevamente
hacia los tripulantes. Gracias a la
descomposición del clorato potásico, utilizado en la máquina de vapor, se
producía nuevo oxígeno en el interior de la nave, mientras que una solución
alcalina del purificador absorbía el dióxido de carbono resultado de la
respiración para precipitarlo en forma de carbonato cálcico. Así, el aire, con nuevo oxígeno y sin
dióxido de carbono, era devuelto gracias al ventilador al espacio interior de
la nave.
La
estabilidad se conseguía gracias a un cilindro de plomo que podía desplazarse a
lo largo de la nave. La iluminación
exterior, otro de los grandes retos de los submarinos de la época se obtenía a
través de 19 pequeñas ventanas, así como tres faros que aprovechaban la luz que
se desprendía en la combustión del oxígeno y del hidrógeno.
Debido
a problemas políticos y económicos Monturiol tuvo que abandonar su proyecto de
construcción de submarinos.
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